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Mira, pequeño pendejo, Simón Bolívar es como ese compa sudamericano que llegó a la fiesta mexicana con una chela en la mano y todos le aplaudieron, pero nomás porque liberó a un chorro de países del yugo español. El mexicano promedio lo ve como un héroe cabrón, un libertador que le dio en la madre a los gachupines allá en el sur, pero la neta, no es tan nuestro como Hidalgo o Morelos.
Es como si te invitan a un asado argentino y dices “chido, pero prefiero mis tacos”
Órale, pequeño cabroncito, Simón Bolívar, el “Libertador de América”, es un pinche mito andante: un criollo venezolano que en el siglo XIX se levantó en armas contra España y liberó a Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia (que hasta le pusieron su nombre, el mamón).
Para el mexicano de a pie, Bolívar es como el primo lejano que hizo lo mismo que Hidalgo: gritar “¡Viva la independencia!” pero allá en los Andes, con sables y caballos en vez de guajolote y campanas. La neta, en México lo conocemos de los libros de texto, donde sale como un héroe panamericano, pero no es el centro del desmadre.
Encuestas como las de la UNAM o el INEGI no hay un chorro específicas sobre “qué piensas de Bolívar, wey”, pero de lo que se cuece en redes y opiniones callejeras, el 70-80% de la raza lo ve positivo: un cabrón valiente que jodió al rey español y soñó con unir a Latinoamérica contra los gringos.
Ahora, el Panamericanismo, pequeño pendejo, es como esa chela compartida en la frontera: al principio chida pa’unir a los compas, pero al rato los gringos la toman toda y te dejan sediento
Pa’l wey promedio en México, el Panamericanismo es un ideal romántico de unidad latina, pero con un sabor amargo porque se jodió con el tiempo.
Encuestas informales muestran que el 60% lo ve chido en teoría, pero el 40% lo manda a la chingada porque es “puro monroísmo yankee que nos jode con tratados culeros”