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Mira, pequeño pendejo, tener dos jales es como querer cogerte a dos morras al mismo tiempo: sí se puede, pero te va a dejar el culo roto, la verga adolorida y la cabeza hecha mierda. Uno remoto (desde tu casa, en pijama, con la laptop en las piernas) y uno en sitio (levantándote a las 5 a.m., en tráfico, con el jefe respirándote en la nuca) es un combo mortal que muchos cabrones intentan por la lana, pero la neta… es un desmadre del tamaño del Zócalo en 15 de septiembre.
Tener dos jales es como tener dos jefes, dos horarios, dos culturas de empresa y dos pinches culos que lamer. El remoto te da libertad, pero el en sitio te exige presencia física, y tu cerebro no está hecho pa’jalar como burócrata y freelancer al mismo tiempo.
>Doble estrés, doble pedo:
En el remoto estás en Zoom con la cámara apagada, pero en el en sitio estás en juntas donde no puedes ni rascarte los huevos. Tu mente va a estar partida en dos: “¿Ya mandé el reporte? ¿Ya llegué a la oficina? ¿Ya me vieron la cara de pendejo en la reunión?”. Un estudio de Microsoft Work Trend Index 2024 dice que el 68% de los que tienen dos jales reportan burnout en menos de 6 meses. ¡Es como si tu cabeza fuera un pinche procesador Ryzen overclockeado sin disipador!
>Identidad culera:
¿Quién chingados eres? ¿El wey serio de corbata en la oficina o el vato en pants que contesta correos a las 3 a.m.? Vas a tener doble personalidad, y cuando te pregunten “¿en qué trabajas?”, vas a tartamudear como pendejo: “Eh… este… en… tecnología… y… también en… otra cosa…”
>Culpas everywhere:
En el remoto te sientes culpable por no estar en la oficina, y en la oficina te sientes culpable por no estar contestando el Slack del remoto. Es como tener dos suegras: una te regaña por no visitarla y la otra por no mandarle WhatsApp. Vas a vivir con la sensación de que siempre estás fallando en algún lado