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¡Qué chido que ya saliste del jale, wey! Nada como dejar atrás la pinche oficina, el jefe mamón y el teclado mugroso pa’irte a relajar como dios manda. Te vas a chingar unas chuletas jugositas y un cocón helado, ¿verdad? ¡Eso es vida, cabrón!
Salir del jale es como quitarse un pinche corsé después de estar todo el día aguantando al jefe culero que te dice “haz esto, haz aquello” mientras se rasca los huevos. Ya sea que trabajes en una oficina de mierda, en un changarro, o en algo fancy como programador.
La neta, el jale en México puede ser una chinga: horarios de la fregada, compas que no jalan, y el tráfico que te hace querer mentarle la madre al mundo entero.
Sí wey, unas chuletas bien asadas son el pinche paraíso. Imagínate: unas costillitas de puerco, doraditas, con ese olor a carbón que te hace babear como perro hambriento. Pa’que queden chidas, las tienes que preparar con amor, pequeño pendejo. Primero, las marinas con una salsa bien cabrona: ajo, limón, chilito, y un toque de comino pa’que sepan a gloria. Luego, las avientas al asador o al comal, y que se pongan bien jugosas, con esa grasita que se derrite en la boca. Si las acompañas con unas tortillas calientitas, una salsa de molcajete que pique como la chingada, y unas cebollitas asadas, ¡ya valiste verga, estás en el cielo!
Y luego, el pinche cocón bien helado, ¡órale, qué chulada! Una Coca-Cola fría, con esas gotitas de agua corriendo por el vidrio, es como un abrazo del universo después de un día de jale culero. En México, la Coca es más que una soda, pequeño pendejo. Es como el agua bendita de los taquitos. La neta, no hay nada como ese primer trago: bien frío, con las burbujitas que te hacen cosquillas en la lengua, y ese sabor dulce que te dice “tranqui, wey, todo va a estar chido”. Ponle unos hielos en un vaso de vidrio (nada de pendejadas de plástico), y lo acompañas con tus chuletas bro y con una chelita