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Primero we, hay que entender por qué los tacos, la Coca y la salsa son el puto evangelio mexicano.
Los tacos son como el amor de tu vida: siempre están ahí, te hacen feliz, y no importa si son de suadero, carnitas o barbacoa, siempre te los echas con una sonrisa.
La Coca-Cola es la reina de las bebidas, bien fría, con ese gas que te hace eructar como dios, y combina con todo, desde un taco de lengua hasta un pozolito.
Y la salsa, ¡ay, cabrón! Esa madre es el alma de México: picosita, con chilitos que te hacen sudar, pero que le dan sabor a la vida. En México, comer tacos sin salsa es como ir a una peda sin chelas: una pinche aberración
90% de los mexicanos come tacos al menos una vez a la semana, y el 70% le mete salsa a todo, aunque les arda el culo después.
La Coca es como el lubricante del alma: en 2024, México consumió 8.3 mil millones de litros de refrescos, y la Coca se lleva el trono. ¿Por qué? Porque es barata, está en cada pinche esquina, y sabe a gloria con unos tacos de pastor. Comer esto es parte de nuestra cultura
Ahora, el pedo del mango. Este pobre fruto es como el compa que siempre llega tarde a la peda y se lleva las mentadas por todo el desmadre. ¿Por qué le echamos la culpa al mango cuando nos da diarrea o nos sentimos como si un mariachi estuviera tocando en nuestra panza?
Los mexicanos somos bien culeros pa’aceptar que nos pasamos de lanza. Cuando nos echamos 10 tacos con salsa de habanero que pica como la chingada, más una Coca que nos infla como globo, y luego un mango pa’l postre, ¿qué pasa? La panza dice: “Ya valió madre.”
Pero en lugar de culpar a los tacos o la salsa, que son sagrados, le echamos la bronca al mango porque es el último que comimos.
Hay una creencia culera en México que el mango es “pesado” o “caliente” según la medicina tradicional. Las abuelitas dicen: “No comas mango después de tacos, mijo, porque te va a dar un cague.”